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Hay quien opina que no hemos de celebrar Halloween porque no es una festividad propia de nuestra cultura. Pero ¿es una razón válida para no hacerlo? Veámoslo.
Durante las semanas previas a una fecha tan señalada como la noche de Halloween, que hay quien considera una celebración satánica —sin base alguna como luego veremos—, hacen su aparición, no sólo los típicos adornos tétricos en todo tipo de locales comerciales y planes para disfrutar de tan oscura velada, sino también quejas, diatribas y campañas incomprensibles para que, en España y los países de América Latina (aunque supongo que lo mismo ocurriráLos trajes y las máscaras del Halloween original, el Samhain celta, servían para ahuyentar a los malos espíritus en otros fuera del ámbito anglosajón), las personas no se disfracen ni alternen con brujas, fantasmas, vampiros y otros seres horripilantes ni los niños en concreto vayan puerta por puerta de tal guisa en busca de caramelos y otros dulces.
Este comportamiento anti-Halloween esencialmente reaccionario es muy tentador porque parece que supone ir contracorriente. Pero la rebeldía no es un valor de por sí; depende del contexto; y atacar el desarrollo tecnológico es ir contracorriente igualmente, por poner un ejemplo cercano, y no una ocupación muy provechosa. A uno puede no interesarle celebrar Halloween con todo el derecho del mundo, pero la cosa chirría cuando se niega a hacerlo “porque es una fiesta ajena, de los yanquis”, y en España, “una americanada”, con toda la pesadez estomagante del colonialismo cultural de Estados Unidos. Y chirría porque ese argumento es, como mínimo, paradójico de varias maneras. Dejadme que os lo explique.
Halloween no es una fiesta estadounidense, ni siquiera americana
La famosa Noche de Brujas de la actualidad es una fiesta sincrética, como sincréticas son las tradiciones católicas, que mezcla elementos cristianos y de las celebraciones del fin del estío celtas. Así que originalmente proviene de las Islas Británicas, esto es, recalco, Europa. En el Samhain celta, que festejaba el colofón de la temporada de cosecha y del año, consideraban que lo que separa este mundo y el de los espíritus se diluía y estos podían actuar en el nuestro, ya fueran benévolos o malignos. Para ahuyentar a estos últimos servían los trajes y las máscaras que hoy no son más que un simple o elaborado disfraz, mientras que se honraba a las almas de los familiares fallecidos. La misma concepción tenían, de hecho, ciertos pueblos indígenas de Latinoamérica sobre la interacción de vivos y muertos en días señalados.
Jeka84 - Shutterstock
La Iglesia Católica trató de sustituir el Samhain por la festividad de Todos los Santos entre los siglos VIII y IX, trasladándola de mayo a noviembre; y fueron los irlandeses los que llevaron consigo Halloween —contracción de ‘All Hallows’ Eve’, “víspera de Todos los Santos— a Norteamérica en el siglo XIX. Su celebración ya era masiva en el XX, y se internacionalizó a través del cine entre los años 70 y 80 del mismo.
Ya sé qué, para algunas personas de verdad coherentes con sus religiones de libro, todo lo que no quepa entre sus páginas ha de ser pecaminoso. Pero, como hemos visto, Halloween no tiene relación alguna con Satanás. Lo que ocurre es que lo diabólico hace tiempo que se asimiló a la narrativa fantástica de terror, y esta fiesta bebe de ella con avidez a día de hoy.
Nuestras fiestas religiosas no son nuestras
De todos es sabido que las festividades católicas son las oficiales en el calendario de los países hispanohablantes. Pero, de tanto convivir con ellas, parece que muchos han olvidado que, tanto lo que conmemoran como los rituales y las costumbres o tradiciones más generalizadas para ello proceden de cientos y hasta miles de kilómetros de distancia, como los de Halloween. El cristianismo surgió en Oriente Medio, los regalos de Navidad eran una costumbre pagana romana, el árbol navideño, de los paganos germanos y escandinavos, como pagana es la hoguera de San JuanEl cristianismo surgió en Oriente Medio con ideas hebreas y orientales, y siglos después, conforme la Iglesia fue ganando poder e influencia e impuso sus festividades, aprovechó las que ya había en cada territorio y se adaptó a las fechas y usanzas, dando como resultado que la dinámica de las fiestas llamadas paganas se transformaron en católicas:
La celebración del Sol Invicto por el nacimiento de Apolo y las Saturnales romanas de finales de diciembre, en el solsticio de invierno, se convirtieron en la Navidad, es decir, la conmemoración del nacimiento de Cristo, y se conservó la costumbre de intercambiar regalos de las segundas. Además, los escandinavos y los germanos adornaban un árbol en las mismas fechas durante sus fiestas por el nacimiento del dios solar Frey, tradición que también se zamparon los cristianos. Pero no sólo la Navidad: las hogueras que se encienden y sobre las que se salta durante la noche de San Juan, en el solsticio de verano, derivan del mismo acto de purificación de las religiones paganas, por ejemplo.
Hoguera de San Juan - Eleconomista.es
Conque ni las historias conmemoradas, ni las fechas de su conmemoración ni las tradiciones con que se conmemoran son de origen español ni, lógicamente, latinoamericano. Se podría argüir que las celebraciones cristianas llevan tantos siglos en nuestra tierra, desde que los predicadores, los romanos desde el emperador Constantino, los godos cristianizados y los reconquistadores católicos las propalaron por la Península Ibérica, y los españoles, por el Si tanto las fiestas religiosas principales como sus costumbres son importadas, resulta incoherente cargar contra la celebración de HalloweenNuevo Mundo, que ya son nuestras porque forman parte de nuestra propia cultura. Pero eso no cambia el hecho de que su origen no es esta tierra y que, por tanto, si se las celebra con tanta pompa, cargar contra la importación de Halloween por las mismas razones sea incoherente. Eso al margen de que “nuestra tierra” no ha sido siempre la misma, ni por fronteras y ni tan siquiera de nombre, ni era como hoy cuando el cristianismo se extendió por ella; y que nosotros hayamos nacido aquí no es más que un hecho azaroso, y utilizarlo como apoyo a nuestro comportamiento consciente, una arbitrariedad.
Para aquellos a los que nos gustaría ver un calendario civil de festividades laicas de modo que todos las podamos celebrar en caso de que lo estimemos oportuno, Halloween nos resulta simpático, o a mí al menos, porque hace muchísimo tiempo que perdió su acervo religioso y se ha quedado como una noche carnavalesca en la que divertirse a costa de nuestras pesadillas y miedos imaginarios. Así que ¿por qué no disfrutar de ella venga de donde venga?

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